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27 Jun
27Jun



Cuenta una antigua leyenda, que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.


En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer momento se procuro un "chivo expiatorio", para encubrir al culpable. El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas chances de escapar al terrible veredicto: ¡¡la horca ! !


El Juez, también complotado, cuidó no obstante, de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado:

"Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu destino: vamos a escribir en dos papeles separados las palabras "culpable" e "inocente". Tu escogerás y será la mano del Dios la que decida tu destino.


Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: "CULPABLE" y la pobre victima, aun sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa.


No había escapatoria. El Juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados, y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca lo engulló rápidamente.



Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente. . . "Pero ¿qué hizo. . . ? ! ! Y ¿ahora. . . ? ¿Cómo vamos a saber el veredicto. . . ? ! "Es muy sencillo, respondió el hombre. . . .


"Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me trague. . . "


Con rezongos y enojo mal disimulado, . . . debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo. . . 

Anónimo




Autor desconocido

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