Seguramente hemos oído a menudo que todos portamos una sombra, pero, precisamente por ser eso “sombra” no se termina de dejar claro en qué consiste.
Sombra, significa lo oscuro de nuestra naturaleza que se oculta en nuestro subconsciente, pero que forma parte íntegra de nosotros.
Generalmente los componentes de la sombra aparecen como negatividad es del individuo renegadas.
El concepto de sombra implica oscuridad, falta de luz en lugares de nuestra conciencia.
Aquellos aspectos que no son reconocidos por la persona y proyecta en su mundo exterior se convierten en su sombra.
Es difícil de reconocer y automáticamente lo vivimos en las experiencias o a través de los demás.
Lo que más nos molesta de otro es una parte de nosotros mismos. Proyectamos lo que creemos que no nos pertenece.
La sombra es lo que no vemos en nosotros pero si en los demás. Lo experimentamos como algo externo y lo rechazamos con vehemencia.
Podemos percibir la sombra desde el exterior y decir esto es negativo para mí, no lo quiero. Lo vemos como nuestro enemigo e intentamos combatirlo.
Es curioso, aquello que más rechazamos deliberadamente es a lo que más interés prestamos y que terminamos por asumir y vivir.
Pensamos que lo que encontramos fuera no nos pertenece y que es ajeno a nuestra persona.
En realidad, no sería sombra si fuéramos conscientes de nuestros problemas internos.
El objetivo final del ser humano, es reconocer su sombra para transformarla y ser más completo.
Cuando lo encontramos fuera reaccionamos negativamente como algo ajeno a nosotros. Intentamos huir de lo que nos duele y es porque no lo relacionamos con nosotros.
Solo podemos atraer aquello que ya existe dentro de nosotros, por lo que al hombre solo le puede doler aquello que no ha asumido en su interior.
La sombra es una realidad para nosotros como los males del mundo, es todo aquello morboso y desechable de esta tierra o del ser humano.
La capacidad para ver un rasgo negativo del exterior es porque lo albergamos dentro en el interior. Luchamos con ello y lo criticamos enfáticamente, pero hasta que no lo transmutemos desde dentro seguirá existiendo fuera de nosotros. Si miramos a nuestro cuerpo podemos observar el mismo principio. Es difícil vernos la espalda, a no ser que utilicemos un espejo. De igual modo, en la vida, nos encontramos con espejos humanos, que nos muestran nuestros defectos escondidos. Solo así, podemos reconocer nuestra totalidad. Los síntomas son el resultado de la sombra que se ha proyectado en el cuerpo.
El individuo, cree ser aquello que conoce conscientemente y lo inconsciente lo rechaza vehementemente. Nos identificamos con nuestra valentía, con nuestra eficacia laboral, con la propia honestidad, lo ordenados que somos. Pero, lo horrible que podemos llegar a ser en otros aspectos no lo podemos aceptar por lo doloroso que sería, lo vemos en los demás y lo recibimos como algo desagradable y huimos.
El síntoma se vale del cuerpo físico para hablarnos sobre lo que nos falta. En vez de utilizar al síntoma como señal de la conciencia, batallamos con él hasta eliminarlo. Nos perdemos la enorme información que nos ofrece para incorporarlo adecuadamente en nuestras vidas.
Las personas a las que tratamos nos expresan con gran cantidad de detalles sus síntomas, hasta el punto del enorgullecimiento. Pero no se atreven a comentar las razones ocultas o problemas subyacentes sobres sus formas de vida.
Respecto a los síntomas, podríamos hacernos algunas preguntas que pueden ser reveladoras para la persona enferma. ¿El tipo de síntoma, como se representa a un nivel psicológico? ¿qué me está impidiendo este síntoma? o, ¿qué me está imponiendo este síntoma?
El síntoma, por un lado, nos obliga a hacer lo que no queremos realizar, y a la vez nos impide hacer aquello que si deseamos hacer. Si tenemos un accidente lesionándonos un pie, seguramente nos sentiremos obligados pararnos y dedicar nuestro tiempo a tareas que en otra situación no haríamos. El resultado de este ejemplo, desde una visión constructiva es la de vernos a nosotros mismos más de cerca.
Fragmento de Masaje Metamórfico de Miguel A. Qirón