Había una vez un hombre que no le gustaba limpiar, tenía todo desordenado, el fregadero lleno de platos sucios mal olientes, la casa llena de polvo, los cristales de su casa no lograban verse, pues de la suciedad estaban borrosos.
Un día se levantó muy pesaroso, se chocaba con bolsas de patatas de plástico, cosas tiradas por la habitación, el hombre se sentía realmente deprimido, sin ganas de salir al parque, ni de jugar, ya le habían despedido de su trabajo, apenas hablaba con su familia.
Lo sucio siempre atraerá mucha más suciedad.
- ¿Qué hago? -Cogió la toalla, y se dirigió a la ventana- Solo limpiar.
Al tocar la toalla en la ventana entró en la casa un débil rayo de sol, por fin veía una pequeñita luz en su vida, siguió otro poquito más, entro algo más de luz, así y así, fue limpiando y limpiando, ordenando y ordenando todo aquel desastre, de repente había cosas que encajaban, había algo nuevo, un suspiro de movimiento.
Puso música, y mientras bailaba limpiaba, fue algo muy divertido y se reía el mismo, imitaba como si fuera un bailarín de ballet, se tropezó con alguna cosa y cayó al suelo,
pero se levantó, siguió limpiando, limpió, limpió y limpió con valentía de un gran caballero, se encontró cosas que jamás pensó que tenía en su casa, lloró de tristeza, rió de alegría, pero ante todo no se quedó indiferente ni paralizado, la vida es pasito a pasito, con dar solo un paso los siguientes ya se dan solos, el miedo paraliza y hace ser algo que no somos, pues al final el hombrecito descubrió quien era, era amor.