Anunciamos nuestra llegada al mundo con un grito. Gritamos muchas veces en la vida. Lo hacemos cuando algo nos sorprende o nos asusta. También cuando la felicidad nos desborda o cuando la desesperación no cabe en el pecho. Y, por supuesto, aprendemos a gritar para imponernos, para agredir a otros, para intimidarlos. “Todos los gritos fuertes nacen de la soledad”
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